'Las palabras son el puente entre lo que debía ser y lo que es. Son el puente entre la soledad y el pensamiento individual con la imaginación y el pensamiento del otro, ese cómplice que necesitamos para que lo que imaginamos se haga realidad o se disfrute lúdicamente como alivio de la realidad'.
Las palabras son también las intérpretes de lo desconocido, los puentes hacia lejanas tierras y culturas, el pasaporte universal que nos concede viajar sin movernos y llorar las muertes de los que nunca conocimos'. Para mí este libro ha sido la verdadera revelación. El descubrimiento de una mujer que ama su país, Nicaragua, que lo luchó y lo peleó, con los pies en la tierra, pero no se olvidó del poder de la imaginación ni de la importancia de la palabra. Un binomio necesario, dice ella, para cada encrucijada de la humanidad. En defensa de la utopía y de la liberación femenina deja claro, una vez más, que el conocimiento es generador de libertad. Nos habla de la importancia del pensamiento individual y de la puesta en común de pensamientos que generen el debate y la contradicción para que surja el salto de calidad que nos permita avanzar.
"Pasar de ser la que es mirada a la que mira fue para mí un acto de libertad necesario".
Entender la poesía como un latido del corazón fuera del corazón, hacer vibrar las cuerdas de otra sensibilidad, llegar a la conclusión de que, como decía Pessoa, somos turistas de nosotros mismos y no hay más paisaje que lo que somos.
Debe ser que la verdadera revolución empieza por las revelaciones. Sin duda esta mujer es un arma cargada de futuro.